Interpretar con Freud

Por: Gloria Irina Castañeda

Intervención en el CEP 2023  ¿Cómo opera el psicoanálisis, hoy?

Abril 27 de 2023

En el diccionario de la real lengua española la palabra interpretar se encuentra como acción y efecto de interpretar. Interpretación auténtica.  Este verbo se refiere a explicar o declarar el sentido de algo, traducir de una. También, se asocia ambiguamente con lo sagrado o profano, puesto que en todos los tiempos y épocas de la humanidad y en la mayoría de las áreas culturales se ha interpretado los signos, los oráculos, los escritos y el evangelio; no obstante, en todos los casos, la interpretación oscila en la ambigüedad, en la polisemia del elemento manifiesto que trata de un mensaje que se desliza en un escenario capaz de emular lo natural o cuyo trasfondo se esconde en frases impostoras o redundantes o porque no en la riqueza de contenidos que desbordan los sentidos.

En alemán Deutung: interpretar, supone la existencia de un sentido que hay que  reencontrar y no crear. Si tomamos como referencia la interpretación de los sueños[1] para Freud interpretar es ir de un texto manifiesto al texto latente que lo fundamenta, es recorrer en sentido inverso las vías que han culminado en la producción del fenómeno. El presentimiento opaco del sentido, la intuición son precursores de ese trabajo de desciframiento. En esta vertiente de la interpretación que opera por la vía del desciframiento, verá cumplida su eficacia en el objetivo de hacer consciente lo inconsciente.

En este sentido, para Freud[2], su procedimiento no es tan fácil comparado con el método popular del descifrado que traduce el contenido dado del sueño de acuerdo con una clave establecida; todo lo contrario, se orienta a personas que en contextos diferentes el mismo contenido onírico puede encubrir también un contenido distinto. 

Así pues, la originalidad de la interpretación freudiana merece en efecto, ser recordada, destacada, y eximida de esfuerzos teóricos para circunscribirla al marco general de una hermenéutica, todo lo contrario debe utilizarse dentro del dispositivo analítico, cito a Freud[3]:

Nadie puede practicar la interpretación de sueños como actividad aislada; ella es siempre una pieza del trabajo analítico. De nada valdría que alguien se pusiese a interpretar sueños fuera del análisis. No podría evitar las condiciones de la situación analítica; y aun si elaborase sus propios sueños estaría emprendiendo un autoanálisis. Pero semejante interpretación de sueños sin miramiento por las asociaciones del soñante no pasa de ser, aun en el caso más favorable, una muestra de virtuosismo acientífico de muy dudoso valor. (p.130)

Ello por supuesto, nos conduce a otros interrogantes: ¿Es posible establecer una regla para el buen uso de la interpretación? ¿cómo orientarse entonces? ¿cómo encontrar la brújula?

Por un lado, como vimos tomando la referencia de  la interpretación de los sueños se puede constatar que el buen uso de la interpretación se limita a hacer legible, a darle coherencia a un texto enigmático. Freud[4], nos da otras pistas al responder al interlocutor imaginario con quien dialoga, y quien homologa confesión y psicoanálisis. Lo cito: “En la confesión, dice el pecador lo que sabe, en el análisis, ha de decir algo más». Este decir algo de más, Freud nos lo muestra como ese plus de decir, causado por la escucha y la presencia del analista que se produce en el despliegue del discurso, nos ubica entonces, en el plano de la pareja: enunciado-enunciación que nos permite situar al sujeto de la enunciación que se presentifica a partir de los enunciados.

Ahora bien, trátese de un sueño, un lapsus, un olvido, el síntoma, es decir,  las formaciones del ICC, para Freud todas estas se manifiestan bajo la forma de un  tropiezo, que orientará  la búsqueda, será la brújula, esto es, la búsqueda de lo inconsciente como verdad a revelar, donde algo distinto pide realizarse, donde las ideas inconscientes o reprimidas deberán ser reveladas vía la interpretación, donde ésta encontrará su eficacia y su tope en el desciframiento, cuya causa última se articulará a los deseos sexuales infantiles reprimidos. Se trata entonces, de aprehender lo que no puede ser dicho, de la reemergencia de significantes reprimidos para acordonar la determinación inconsciente de las repeticiones del sujeto.

A partir de estas coordenadas es atribuible a Freud una pasión por la búsqueda de la verdad del sujeto, que en tanto articulada a la castración y al goce implica un apartamiento de la concordancia entre verdad y realidad.  Su no creer más en las histéricas, implica no sólo una ruptura con lo empírico, sino que instituye la verdad a una dimensión subjetiva, es decir fantasmática.  En esta vertiente el punto de amarre o de nudo, si quiere llamarse así, lo constituye un Otro incrustado en lo simbólico propulsado por una voluntad de decir. 

Las formaciones del ICC, tienen la posibilidad de ser develados para encontrar en su esencia, en su centro una verdad inconsciente, diríamos que esto se constituye en una vertiente epistémica de la interpretación freudiana que orienta la práctica clínica. Y el síntoma, no obstante, a diferencia de las demás manifestaciones del inconsciente, tiene una peculiaridad  y es que no exhibe una característica temporal o fugaz, pues tiende a repetirse, pero al igual que los otros, ostenta un sentido que llama al Otro para ser descifrado, en este orden de ideas, el síntoma está constituido por un significante cuyo significado está reprimido que opera como un mensaje que no está todavía develado por el Otro.  Ello supone la primacía de lo simbólico y por esto, el síntoma está situado en el campo del deseo y no en el del goce.  Es el síntoma como metáfora que supone la sustitución de un significante por otro que está reprimido y que opera como un enigma a descifrar.

Es lo que conocemos como síntoma-verdad como formación del ICC, a diferencia del síntoma-goce de la última enseñanza de Lacan, que no es formación del ICC, que está más allá del ICC transferencial, que implica un movimiento hacia el campo del ICC real, porque es el síntoma como un medio de la pulsión[5].

El síntoma-metáfora orienta la práctica clínica en la dimensión del análisis del lenguaje, del descriframiento del mensaje cifrado para el Otro, del síntoma analizable e interpretable, lo cual se corresponde con la llamada primera clínica, que Miller[6] enuncia en un primer momento como aquella que está conservada en la segunda clínica, pero luego dice que la segunda clínica dice mucho más que la primera, se ríe de la idea de cura, relativiza el efecto terapéutico, aniquilando la idea de normalidad, de salud mental: “ tomando como principio esta fórmula, que vino una sola vez bajo la pluma de Lacan y en un texto accesorio, pero fórmula que comenté el año pasado. Todo el mundo está loco, es decir delirante»[7] (p.14).  A la última clínica se la ha llamado de varias formas: borromea, clínica de los nudos, de las suplencias. El síntoma-goce muestra la cara real del síntoma

En segundo lugar, siguiendo a Miller, la segunda clínica amplia el concepto del síntoma, heredado de Freud, este síntoma es susceptible de levantarse, pero se encuentra con un tope, con una piedra en el zapato que llamará como restos sintomáticos, de los cuales habla Freud al final del análisis y que lo conducen precisamente a pensar que el análisis no tiene fin, en razón de lo que subsiste del síntoma. Y bien, la segunda clínica psicoanalítica es precisamente aquella que reconfigura el concepto del síntoma sobre el modelo de estos restos. Y es de este modo que lo que Lacan llamó el sinthome, con la ortografía antigua que restituyó – s.i.n.t.h.o.m.e. -, el sinthome es propiamente el nombre de lo incurable.

Así pues, cuando en psicoanálisis hablamos de síntoma entendemos por ello, un elemento que puede disolverse, o desaparecer, levantarse, en tanto que sinthome designa este elemento en tanto que no puede desaparecer, que es constante. Dicho de otro modo, la llamada nueva clínica psicoanalítica es una teoría de lo incurable.

Podemos decir que en la primera clínica, si puede decirse, la clínica freudiana, los síntomas están del lado del ICC, entendido como discurso del Otro, inconsciente que opera como un continente que alberga pensamientos y  la verdad de cada sujeto. En cambio, en esa otra clínica, la segunda, el sinthome está del lado del goce del Uno, de lo que impele a repetirse,  y por ende es el hueso del análisis, porque está en la perspectiva del ICC real, de un ICC, cuyo saber en esta nueva axiomática queda en disyunción con los pensamientos, es un saber que no piensa, pero que trabaja, pues en tanto trabaja para el goce, supone en sí mismo un goce. La piedra en el camino, son los restos sintomáticos  que hacían pensar a Freud que el análisis era interminable. Lacan encontró en esos restos, la singularidad de la forma como cada uno goza, con la que el sujeto se identifica al final del análisis, en cosas de finura, de la clase del 19 de septiembre Miller[8] nos dice:

La causa del deseo para cada uno es siempre contingente, es una propiedad fundamental del parlêtre, la causa de su deseo se sostiene siempre en un encuentro, su goce no es genérico, no se atiene a la especie, la modalidad propia del goce se sostiene, en cada caso, en una contingencia, en un encuentro. El goce no está programado en la especie humana. Hay allí una ausencia, un vacío. Y es una experiencia, vivida, es un encuentro, que da para cada uno una figura singular al goce. Ese es el escándalo. Quisieran que el goce sea genérico, que esté normatizado para la especie. !Y bien! no lo está. Y allí se estrellan todos los discursos universalistas.

Finalmente, cabe señalar que se trata de un goce que no se atraviesa como el fantasma, ni se supera, ni se resuelve, ni se descifra, ni cae con las identificaciones, es con lo que hay que vivir: “Soy como gozo”. No se trata de la verdad del síntoma freudiano, que al ser revelado produce la superación o el levantamiento del síntoma. La segunda clínica psicoanalítica es precisamente aquella que reconfigura el concepto de síntoma  sobre el modelo de estos restos.  Y es de este modo, lo que Lacan llamó  el sinthome, que es precisamente el nombre de lo incurable


[1]Freud (1900). La interpretación de los sueños. El principio del capítulo de la Tramdeutung (Interpretación de los sueños) que trata “el método de la interpretación y sitúa la práctica psicoanalítica en relación con los procedimientos antiguos o populares de interpretación de los sueños. Volumen  IV. Argentina: Amorrortu editores, 1991.

[2] Ídem

[3] Freud, S. (1923-25). “Los límites de la interpretabilidad”.  En obras completas. Volumen 19.  Argentina: Amorrortu editores, 1992,p.130

[4] Freud, S. (1926). Psicoanálisis y medicina. Obras completas, Volumen II .Madrid: Biblioteca Nueva, 1968, pág. 871

[5] Miller, los signos del goce, citado por Giraldo María Cristina, en Síntoma y Sinthome del libro” Actualización de conceptos de la práctica clínica”, (2009)

[6] Miller, J. (2010). Sutilezas analíticas. Retorno a Lacan. Buenos  Aires: Editorial Paidós

[7] Miller, J. (2010). Sutilezas analíticas. Retorno a Lacan. Buenos  Aires: Editorial Paidós

[8] Cosas de Finura en psicoanálisis. Clase del 19 de noviembre de 2008. https://www.wapol.org/es/articulos/Template.asp