Por: Manuel Alejandro Moreno Camacho
Intervención en la sexta noche de carteles. Puesta a cielo abierto de productos del cartel: Situación actual de la transferencia
Noviembre 17 de 2022
Un subtítulo del escrito de Jacques Lacan (1958) “La dirección de la cura y los principios de su poder”, sirvió de título para orientar nuestra experiencia de cartel: Situación actual de la transferencia. La transferencia, concepto fundamental del psicoanálisis, es introducida por Jacques-Alain Miller (1986) como “el término que conceptualiza el modus operandi del psicoanálisis, el resorte mismo de la cura, su motor terapéutico y el principio mismo de su poder” (p. 59). Por ello, emprender un trabajo alrededor del concepto de transferencia es remitirse al corazón mismo de la práctica clínica del psicoanálisis.
Es común escuchar en los círculos psicoanalíticos que una de las cuestiones que diferencia nuestra práctica es el trabajo con la transferencia. Es decir, incluir el concepto de transferencia en la práctica clínica, como operador de una experiencia, es un asunto que concierne al psicoanálisis desde los inicios de su práctica. Es en ese sentido que la pregunta por el manejo de la transferencia constituye un eje de trabajo fundamental en la formación clínica. ¿Qué hacer con la transferencia? Es una pregunta que ha guiado a los psicoanalistas desde la época del descubrimiento freudiano.
Freud no tardó en ponerse a trabajar sobre aquello que en principio experimentó como un obstáculo. Desde sus impresiones iniciales ya se deja entrever algo de la manera en que en nuestros días nos orientamos con la transferencia. Para Freud fue una preocupación la manera en que su figura, su persona, era tomada, incluida en el circuito pulsional de sus analizantes. Eso fue lo que en principio experimentó como obstáculo, pero que al ser puesto al trabajo, convirtió en teorización, dilucidación, material para el funcionamiento del dispositivo clínico inventado por el psicoanálisis. Es así como nos llegan noticias de los diferentes estatutos asignados a la transferencia en el trabajo clínico: en el trasegar de un acompañamiento psicoanalítico, incluso en el desarrollo de una misma sesión, la transferencia puede manifestarse como repetición, como resistencia y como sugestión, diría Freud (Miller, 1986).
La mayoría de los comentarios contemporáneos sobre el concepto de transferencia suelen referirse a la perspectiva freudiana como un asunto superado en la teoría y en la práctica psicoanalítica actual. Sin embargo, no es conveniente pensar el desarrollo de los conceptos psicoanalíticos desde una perspectiva evolutiva. La invención lacaniana, los aportes de Jacques Lacan al psicoanálisis, se fundamentan en lo que él mismo denominó un retorno a Freud: una lectura de las enseñanzas del maestro vienés y sus descubrimientos, con los recursos interpretativos de la máquina teórica construida por Lacan a partir de sus experiencias y su formación. Esta postura lacaniana es, en mi opinión, una de las principales enseñanzas de la manera de poner a trabajar un deseo decidido, una actitud de investigación que extrae consecuencias de saber, a partir de sus lecturas y de su sed de elaboración y formalización de una realidad y los problemas asociados a la misma, sin asumir la palabra del maestro como una verdad inmodificable.
La elaboración lacaniana de la transferencia resulta entonces de su lectura del descubrimiento freudiano y la puesta en marcha de una orientación que introduce modificaciones en la concepción de lo inconsciente y los modos de alojar el sufrimiento subjetivo en las prácticas clínicas. Ello incluye la reflexión y elaboración sobre la transferencia en tanto que repetición, resistencia y sugestión. Y a su vez, estudiar la dinámica de la transferencia desde la perspectiva lacaniana implica el encuentro con elaboraciones conceptuales que incluyen sus propuestas sobre el sujeto supuesto saber, la inclusión del analista y su discurso como parte del concepto de inconsciente, y por esa vía, las reflexiones sobre el deseo del psicoanalista y la presencia del analista, como ejes fundamentales para pensar el trabajo de la transferencia del lado de quien encarna la función de analista en los dispositivos clínicos.
Durante nuestra experiencia de cartel discutimos asuntos asociados a estas conceptualizaciones, procurando una reflexión de la cual extraer consecuencias directas para nuestros ejercicios clínicos. Procedimos entonces a partir de la revisión de textos, el comentario de los mismos a través de la conversación en encuentros periódicos que realizamos haciendo uso de llamadas de voz (a través de WhatsApp) y la discusión de situaciones clínicas traídas de nuestras experiencias de escucha de personas en la práctica clínica privada y en entornos institucionales.
Mi experiencia singular en el cartel fue orientada por el rasgo que denominé: la transferencia y el deseo del analista. Tras algunas lecturas y conversaciones iniciales, formalicé este rasgo como una oportunidad para avanzar en la reflexión sobre el deseo y sus destinos posibles cuando el trabajo de la pulsión se pone al servicio de la escucha de otros. Rápidamente, la diada transferencia y deseo del analista derivó en una triada, a partir de la inclusión del concepto de presencia del analista. Esta inclusión ya implicaba en sí misma un punto de llegada, un hallazgo, a saber, que el deseo del analista se expresa, se pone en acto, se encarna, a través de la forma que toma la presencia del analista, es decir, del tipo de presencia que ofrece, a la que se presta, para ser investido como objeto. El deseo del analista orienta la asunción de un tipo particular de presencia que, para cada analizante, pueda suscitar causa de deseo. Como sugiere Viana Ángela Bustos (2016) el deseo del analista se expresa a través de su disposición y su presencia.
De acuerdo con ello, el descubrimiento de Freud acerca de la transferencia como falsa conexión, en tanto que repetición con el analista de relaciones pasadas con objetos primordiales, que favorece un lugar propicio para hacer actuales y manifiestos los impulsos eróticos y olvidados que están en la base de los síntomas, puede ser interpretado como la encarnación de un efecto de presencia del Otro del lenguaje, poco común (Cuñat y Zaidel, 2017). Poco común en la medida en que tal encarnación ha de ser inédita para cada uno.
De acuerdo con Carmen Cuñat y Rosa-Alba Zaidel (2017),
La tesis de Lacan es que la presencia del analista implica la puesta en juego de la realidad sexual del inconsciente, es decir, de la actuación pulsional, que busca un complemento en el Otro; un Otro encarnado porque hay un lazo con el Otro del significante (alienación) y hay también un lazo con la presencia del Otro, porque para hacerse ver, oír, chupar, cagar – dialecto propio de la pulsión – se necesita un Otro presente, de carne y hueso.
En ese orden de ideas, en la transferencia, bajo la forma de la demanda de amor, se cuela también la demanda silenciosa de la pulsión: una demanda de satisfacción. Por ello Cuñat y Zaidel (2017) nos recuerdan una advertencia: “más vale que el analista sepa qué tipo de objeto pulsional hace surgir su presencia en el analizante, es decir, que gracias a su propio análisis esté advertido de la realidad sexual del inconsciente”, cuestión que apunta a la interpretación de Lacan a propósito de la lectura de Freud de la transferencia como resistencia, en la medida en que Lacan insistirá en que la resistencia está más bien del lado del analista.
Las conversaciones del cartel pusieron en tensión algo de estas elaboraciones. De la mano del interés de una de las cartelizantes y sus indagaciones a propósito de las características de la transferencia en la sociedad de consumo, nos preguntamos por el tipo particular de objeto que encarna el psicoanalista. Definitivamente no se trata de uno más en la serie de objetos de consumo que ofrece el mercado en el mundo actual. Aunque el psicoanálisis, en la mayoría de sus expresiones, se trate de un práctica liberal que se ejerce de manera privada y en la que tiene lugar un intercambio económico, no se trata de ofrecer un objeto para completar la falta en el Otro, como ocurre con la serie de los objetos del mercado. La presencia del analista, en cuanto articulada al deseo en el que se sostiene, supone el ofrecimiento de un lugar vacante, un vacío que favorezca en los analizantes el dejar libre el lugar de su propio deseo.
Como lo expresa Diana Rabinovich (2015):
Debe ofrecerse vacante a fin de que el deseo del paciente –el deseo como objeto, el deseo del Otro– se realice en tanto que deseo del Otro vía ese instrumento para su realización que es el analista en cuanto tal. El deseo del analista definido como un vacío, como un lugar donde algo podría venir a alojarse, a morar, deja en claro que lo que allí tiene que venir a alojarse, en la praxis del psicoanálisis, es el deseo del paciente como deseo de su Otro, el de la historicidad propia del paciente, el de las circunstancias propias de su vida. No se trata de la puesta en juego de un Otro “generalizado” o generalizable. (p. 17)
La cuestión es que la problematización de la presencia del analista a partir de la orientación por el deseo y la puesta en acto en la transferencia, invita a la encarnación de un tipo particular de objeto, singular en cada caso, pero que a diferencia de la serie de los objetos del mercado, atiende a la premisa de no satisfacer la demanda silenciosa de la pulsión. Se trata entonces de ponerse al servicio, ofrecerse al uso que convenga al sujeto, a través de la encarnación de una presencia que favorezca que algo de la fijeza y del exceso aparejados a la satisfacción pulsional se conmuevan.
Pero ¿cómo discernir cuál es la posición que favorece ese uso? Es una pregunta que implica la consideración de cada caso en su singularidad y que incluye un cálculo inconsciente en el que participan la formación del clínico y su experiencia de análisis personal, así como también su lectura del discurso de la época y la manera en que dicho discurso se encarna en síntomas contemporáneos, modos de relación y de satisfacción.
Explorando el camino de las características del discurso actual, una de las cartelizantes nos animó a conversaciones y lecturas sobre la transferencia en el mundo contemporáneo. Por esta vía, siguiendo las ideas planteadas por José Fernando Velásquez (2018) y en contraste con nuestra propia experiencia clínica, pudimos constatar que “en los consultorios psicoanalíticos hoy hay una clínica mucho más borrosa que nos muestra un continuo fenomenológico, no estructural, entre neurosis y psicosis” (p. 27). Las manifestaciones clínicas que respaldan esta experiencia están enlazadas directamente con las características del discurso de la época y que Velásquez (2018) resume al destacar que
El desafío para el psicoanálisis hoy es cómo detener el hundimiento que el sujeto contemporáneo hace entre varios discursos por la inconsistencia del Nombre del Padre, también por la debilidad y lo no inexpugnable del deseo en la tradición en que está inserto. El sujeto se encuentra sin brújula frente a un agujero real […] La operación analítica se dirige a la versión que el sujeto ha construido aprovechando las condiciones propias de su momento: hoy existen desiguales modos de construirse una subjetividad y una vida, detrás de nuevos semblantes, aun cuando ellos estén bajo la aparente diversificación homogeneizadora. (p.137)
Es en medio de estas condiciones que tiene lugar la pregunta por la articulación entre transferencia, deseo del analista y presencia del analista. Esta triada orienta la pregunta por la posición subjetiva para la asunción de la función analista, expresión que hay que advertir, incluye una equivoca referencia al ser. No hay ser del analista, dado que la función analista se sostiene en la medida en que no se abandona la posición analizante.
La perspectiva de la presencia del analista entendida como la encarnación de un semblante que conmueva algo de la fijeza y del exceso aparejados a la satisfacción pulsional, encuentra eco también en “la pregunta por cómo el lazo transferencial aloja y nomina la construcción singular, real, de cada subjetividad; cómo se capta esa invención que, decimos, se produce frente a lo inefable” (Velásquez, 2018, p. 136).
Procurar comprender las coordenadas de nuestra época y estudiar la presencia del analista nos condujo, a través del interés de uno de los cartelizantes, a discutir asuntos relacionados con la presencia del cuerpo del analista en la construcción de la transferencia, una inquietud que fue alentada principalmente por la imperiosa masificación de los encuentros mediados por recursos tecnológicos: las consultas por teleconferencia, o lo que Lenita Bentes (2021) sugerentemente denomina el diván virtual.
Las condiciones para garantizar los encuentros entre analistas y analizantes cambiaron drásticamente con la irrupción de la pandemia por el Covid 19 en el año 2020. Si bien el concepto de presencia del analista no alude exclusivamente al encuentro de los cuerpos, sino a la “encarnación de un efecto de presencia del Otro del lenguaje poco común” (Cuñat y Zaidel, 2017), los encuentros mediados por tecnologías que hacen posible la transmisión de las imágenes y la voz de manera sincrónica entre diversas personas en diferentes lugares, han implicado pensar con detenimiento las posibilidades y las limitaciones de ello para la práctica psicoanalítica y sus propósitos.
Bentes (2021) propone que es posible corroborar que a través de estos encuentros “hay trasferencia, hay reducción del goce mortífero, hay inconsciente transferencial y allí también se retoma el inconsciente real en la trama discursiva”. Sin embargo, destaca también que el principal riesgo a considerar es la posibilidad de que las interacciones posibles a través de estos medios conduzcan el trabajo analítico hacia la red de la psicoterapia. Ahora bien, es preciso considerar que ese riesgo no es exclusivo del uso de las tecnologías de la información y la comunicación para hacer sesiones de psicoanálisis, y justamente para hacer frente a ello el concepto de presencia del analista no se circunscribe solamente a la presencia de los cuerpos en el dispositivo psicoanalítico, sino como ya se ha indicado, a la articulación entre el deseo del analista, encarnado en su presencia, en el trabajo bajo transferencia. A ello se refiere Araceli Fuentes (2021) al afirmar que “cuando hablamos del analista, de su ‘presencia real’, no estamos diciendo simplemente que el analista debe estar ahí. Se trata más bien de su modo de operar” (p. 272).
Pero es cierto también que algo de ese modo de operar y sus propósitos encuentra límites cuando falta la presencia de los cuerpos, si suscribimos la premisa que recuerda esta psicoanalista española, a saber, que “la experiencia analítica es un tratamiento del goce cuya sede es el cuerpo” (Fuentes, 2021, p. 268). No obstante, el desafío al que se refiere no es exclusivamente el de adelantar una práctica psicoanalítica on line, sino “al reto que supone orientar nuestra práctica por lo real, lo que implica demostrar que en nuestra praxis somos capaces de ir más allá del semblante” (Fuentes, 2021, p. 268).
Algunos recursos para asir ese ir más allá del semblante destacado por Fuentes los encontramos en la propuesta de José Fernando Velásquez, cuando dice que: “el analista que conduce la experiencia inventa una posición, que le permite localizar y subrayar aquellos elementos nodales que han sido creación pura del Uno de ese ser hablante y que hacen solución consistente frente a un agujero” (2018, p. 135). Y continúa precisando una arista más sobre la transferencia: “la inquietud permanente del psicoanálisis es la pregunta por cómo el lazo transferencial aloja y nomina la construcción singular, real, de cada subjetividad; cómo se capta esa invención que, decimos, se produce frente a lo inefable” (p. 136). Y para ello, conviene proceder orientados por la premisa de que más allá de explotar las relaciones entre el significante y el significado se trata de ser capaces de perturbar la defensa del sujeto frente a lo real (Fuentes, 2021). Es ese el uso al que se presta la presencia del analista.
Arribado a este punto, escansión para relanzar la elaboración. La experiencia en el cartel situación actual de la transferencia me enseñó que sostener un trabajo reflexivo en torno a la triada: transferencia, deseo del analista, presencia del analista, constituye una pertinente orientación conceptual, ética y política, para el ejercicio clínico. Es un trabajo que no concluye, conviene sostener una elaboración permanente.
Referencias
Bentes, L. (2021). El diván virtual. En Lacan XXI, 2021(2). Disponible en: http://www.lacan21.com/sitio/2021/12/30/el-divan-virtual/
Bustos, V. A. (2016). Deseo del analista, la transferencia y la interpretación: una perspectiva analítica. En Psicología desde el caribe, 33(1), pp. 97-112. http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0123-417X2016000100008
Cuñat, C. y Zaidel, R.A. (2017). XVII Conversación Clínica del ICF-E. Presencia del analista en la cura. Presentación. Disponible en: http://ccbcn.info/
Fuentes, A. (2021). Nuestro desafío. En Bitácora Lacaniana, 9. Nueva Escuela Lacaniana.
Lacan, J. (1958). La dirección de la cura y los principios de su poder. En Escritos 2. Siglo XXI Editores. pp. 559-616.
Miller, J, A. (1986). Recorrido de Lacan. Ediciones Manantial.
Rabinovich, D. (2015). El deseo del psicoanalista. Manantial.
Velásquez, J. F. (2018). Psicosis ordinarias. Una mirada desde la clínica borromea. NEL-Santiago.