Función del más Uno en el cartel: “El pequeño objeto a” 

Por: Gloria Irina Castañeda

Intervención en la 5a. Noche de carteles

Septiembre 26 de 2022

El cuerpo, como escenario de encuentro, de huella, de letra que marca e inaugura una forma de goce, de relación consigo mismo, con los otros y con el mundo, tiene por supuesto su lugar en las vivencias de cada Uno en los grupos; el cartel se constituye también en un grupo y la pregunta que inicialmente me plantee cuando inició este cartel, versó sobre cómo hacer para causar el deseo de trabajar, evitando no encarnar el lugar de saber y encauzar así, un funcionamiento de lo que caracteriza la identificación vertical a un líder que se convierte en un tipo de Uno, que suma y totaliza en un  conjunto: el hay Uno de lo mismo para todos. 

Estaba advertida que el Cartel es una invención lacaniana, un dispositivo de trabajo para aquellos que practican el psicoanálisis como para cualquiera que desee estudiarlo y de hecho había participado de varios carteles. No obstante, era mi primera vez ejerciendo la función de más Uno. Y si, función, es una palabra que pone el acento en una actividad que opera de una cierta forma, con un cierto mecanismo en un sistema de relaciones. El más Uno es el pivote del cartel, el desempeño de su función permite que aquello que quiere ser transmitido del discurso analítico pase o no a los otros que forman parte de su cartel. Por esta razón para Lacan el cartel es la puerta de entrada a la Escuela, porque transmite desde la lógica del discurso analítico qué entendemos por grupo, por saber, por agujero en el saber,  por goce, por real. En todo caso, ubicar este registro me permitió poner distancia  a lo que pudiese inflar la imagen y el prestigio personal. 

En un primer momento sentí la urgencia de responder al lugar de saber, buscando afanosamente bibliografía para compartir a los cartelizantes como opciones de estudio para la formulación de la pregunta o de su rasgo; ejercicio muy productivo, me serví de eso, porque me amplió el panorama conceptual del tema que se pretendía trabajar en el cartel. Advierto que eso que sentía, esa urgencia, era mi propia urgencia de sostener la existencia del cartel como lugar que sostiene mi propia pregunta y en donde reconozco que no es sola, si no con otros que puedo emprender y sostener mi propio deseo de formación en un tema que me interesa muchísimo.

Estar causada por una pregunta, me permitió movilizarme, deslizarme y sobre todo trabajar. Lo interesante es que fue un trabajo compartido entre varios, si bien, la participación fue variada y fluctuante, pues había encuentros en los que estábamos todas y había otros, en los cuales se intercambiaban las ausencias, siempre tuvimos encuentros cada quince días, no se suspendió alguno. Incluso puedo decir que la función del más Uno fue compartida, pensar-nos cómo hacer o qué hacer frente a algunas ausencias reiterativas guiaron el devenir del cartel en algunos momentos del año de trabajo. Advertí que algunas de estas ausencias, se relacionaban con inhibiciones frente al saber, al saber supuesto en los otros, el no entender de qué se habla y suponer que los otros todo lo entienden. Impases que se zanjan, por la vía del Uno al Uno, conversando en privado sobre eso, animando el trabajo y reconociendo en acto, con la propia pregunta y las subsiguientes dudas que el tema me produjo y me sigue produciendo. 

El tema de la transferencia es la columna vertebral que atraviesa el seminario de Miller «El banquete de los analistas». Allí, Miller nos dice cómo en la Escuela de Lacan, todos están invitados a formar parte, pero desde su singularidad y desde su transferencia al mismo; se devela así una orientación política, que difiere de la promoción de la política de identificaciones característico de la época contemporánea, que cierra la pregunta por el propio deseo; el mutualismo es una vía que cierra u obstruye lo singular de cada uno. Así pues, en la elección de la pregunta que cada uno hace en el cartel, se consiente a renunciar a identidades grupales.  En esta vía, la escogencia del rasgo se hizo a ritmo propio, podría decir que fue el trabajo mismo del Cartel, y eso marcó una diferencia importante frente a la urgencia que en un primer momento sentí. Cada una, con el material de estudio propuesto o propuesto por ellas mismas, con sus interrogantes e intereses. 

El cartel duró un año, lo nombramos e inscribimos en la Escuela con el nombre: “El pequeño objeto a”, tres integrantes del Cartel decidimos  presentar un texto como producto del trabajo al Primer Encuentro de Carteles de la NELcf. Miller nos dice en “Cinco variaciones sobre el tema de la elaboración provocada” que cuando un cartel se termina con: “Algo que no se puede decir, con un no podemos testimoniar de lo que hemos hecho eso me parece el signo de que ha habido un amo al principio”.  Así las cosas, aquello que inhibía cedió.  Liberarse de cualquier mal-entendido que la función del más Uno pueda convocar y girar en torno a un saber agujereado se constituyó para mí en una suerte de alivio, separar-me abrió y despejó un camino y vitalizó mi urgencia por mi propia formación.