La Escuela como experiencia libidinal[1]

Foto de Casa creado por rawpixel.com – www.freepik.es

Por: Manuel Alejandro Moreno Camacho

En decolaje o despegue de la Escuela, Lacan se refiere a la causa freudiana como campo en el que “cada cual tendrá vía libre para demostrar qué hace con el saber que la experiencia deposita”[2]. El psicoanálisis nos enseña que cuando hablamos de libertad se ponen en juego el deseo y el goce, tan singulares para cada sujeto. Por tanto, tal vía libre para cada cual, en el campo freudiano, en la relación con la Escuela, está articulada a la experiencia libidinal. En términos freudianos, se trata de cómo, para cada uno, el lazo con la Escuela se inscribe en la economía psíquica, en la serie de catexias y de objetos a los que el sujeto se dirige para alcanzar la meta de satisfacción de la pulsión.

En ese sentido, la experiencia de Escuela es singular, para cada uno, uno por uno, cada uno en su soledad subjetiva, pero en un lugar en el que se hace lazo con otros, con una comunidad. Una comunidad, que aunque se agrupa bajo el mismo Ideal, no es una comunidad de semejantes. Como propone Miller, “la Escuela no es un lugar para semejantes sino para extranjeros”[3].

Y es justamente ese ser extranjeros y estar advertidos de la naturaleza de los semblantes, lo que conviene a una causa común, que aunque apunta a un mismo Ideal, procura agujerear las identificaciones. Ser extranjeros conviene a la causa porque nos enseña sobre la diferencia, sobre lo que no se deja domesticar bajo ningún parámetro institucional, es decir, sobre lo que se resiste a la repetición del funcionamiento bajo significantes Amo.

La Escuela, por tanto, es un intento por hacer de la soledad de cada extranjero que se enlaza libidinalmente con ella una soledad común, en el sentido en el que Jorge Alemán, siguiendo a Lacan, atribuye a esta expresión, esto es, como “una nueva y distinta relación con la causa, entendida como un vacío de no saber”[4].

Entonces, la experiencia de Escuela implica hacer lazo, cada uno desde su soledad, con otros, uno por uno, y con el Otro de la Escuela, para formarnos como psicoanalistas, bordeando el agujero real instaurado por la pregunta que anima la causa: ¿qué es un psicoanalista?

En ese sentido, la Escuela en tanto objeto al que se dirige la libido, no es como cualquier objeto, puesto que su estructura está soportada por un agujero. Así, la experiencia de Escuela pasa por lo traumático de dirigirse al agujero, para bordearlo, para construir algo de saber en torno a sus bordes, pero también para tropezar con los límites del sentido. La experiencia de Escuela es una experiencia de analizantes: implica demandas, opera la trasferencia, se ponen en juego los semblantes y las identificaciones, produce interpretaciones, provoca rectificaciones subjetivas, anima invenciones singulares.

Ana Aromí sugiere que la Escuela es una experiencia de lo real e indica: “lo real no es para nada la tranquilidad, la homeostasis. Lo real es el trauma. Exagerando apenas podríamos decir que la experiencia de la Escuela o es traumática en algún punto, o no es”[5]. Pues bien, qué otra cosa, sino el trauma, ha animado la causa psicoanalítica a lo largo de su historia. La Escuela propuesta por Lacan, para diferenciarse de la Sociedad y atemperar los efectos del discurso Amo y su modalidad como discurso Universitario, pone en el centro el trauma, el agujero.

Miller, en Teoría de Turín acerca del sujeto de la Escuela, propone que “instituir una Escuela, constituir las soledades en comunidad de Escuela, no es otra cosa que subjetivarla”[6]. Y parte de subjetivarla es que sea tomada en un deseo. Creo que se trata de un deseo de analizante, en tanto posición ética para la vida y para la práctica del psicoanálisis. En la experiencia de Escuela, el agujero de saber sobre lo que es un analista impulsa el deseo de analizante. Cada uno con su trauma, con su propio agujero, con su transferencia y su consentimiento, con sus invenciones.

La Escuela, objeto agujero al que se dirige la libido, no dispensa saber a la manera de una mercancía. No es un objeto del mercado. En tanto objeto agujero permite que se relance una y otra vez el circuito de la pulsión, y es en ese circuito en el que la pulsión encuentra algo de satisfacción, no todo, pero enlazada a la alegría de vivir, a la alegría de ser analizantes. Pienso que es en ese sentido que Lacan se refería a la Escuela como centro de operaciones, refugio, para hacer frente al malestar en la cultura.

La experiencia de Escuela se goza. Es traumática y formativa, alegre y confrontadora, inquietante y gratificante. No hay fórmula prescrita para el éxito de la experiencia de Escuela, requiere ser inventada por cada uno, cada vez, con otros, en la soledad común. Es una experiencia contingente. Y por todo ello, creo que, como indicaba Lacan, “vale la pena arriesgarse. Es la única salida posible ­– y decente”[7]. Es una cita equivoca, ambivalente. No creo que Lacan se refiriera a la Escuela como la única salida, pues es una entre otras. Él lo sabía, intentaba inventar un dispositivo para la formación de psicoanalistas, pero tropezaba. Y aún así, insistía, volvía a intentar. Pienso, entonces, que se refería a arriesgarse, pues vivir la experiencia de Escuela es arriesgarse a inventar formas posibles de hacer con el agujero, con el vacío de no saber. Arriesgarse a inventar formas posibles para la Escuela, para la formación, para la vida.

Dado que esta conversación política se enmarca en nuestras jornadas de Escuela, que nos convocaron a trabajar bajo el título eso se goza, me parece pertinente alentar la conversación tomando el concepto de goce.

Miller, en El concepto de Escuela, propone que “ser analista no es tanto una profesión como cierto estado del sujeto en relación con su goce”[8]. En ese sentido propongo algunas preguntas:

  • ¿Cómo se goza la Escuela?
  • ¿Cómo el lazo libidinal con la Escuela contribuye al tratamiento de eso que se goza en cada uno?
  • ¿Cómo se transforma el lazo libidinal con la Escuela en cuanto se transforma la relación de cada uno con su goce?
  • ¿Cómo eso que se goza, tan singular para cada uno, se pone a trabajar en la soledad común de la Escuela?

Si ser analista tiene que ver con cierto estado del sujeto en relación con su goce, es porque cuando somos analizantes nuestro relación con el goce se transforma, pasamos por diferentes momentos en nuestra relación con eso que se goza en cada uno. La relación con la Escuela, en tanto que objeto al que se dirige la pulsión, se goza. Ahora bien, ese cómo se goza es uno por uno, aunque podría sugerir un juego de preposiciones: gozar con la Escuela, gozar de la Escuela, gozar en la Escuela, gozar para la Escuela, gozar por la Escuela, gozar según la Escuela, gozar sin la Escuela.

La cuestión es que cuando se construye un lazo libidinal con la Escuela, eso que se goza es interpelado en dicha relación. El Otro de la Escuela nos recuerda recurrentemente que somos analizantes, y si la función de agujero opera bajo trasferencia, la relación con la Escuela relanza ese deseo de analizantes, reenvía al análisis, fomenta la práctica del control. En dichos dispositivos la relación de cada analizante con su goce se transforma, y de la mano de tal transformación se transforma también el lazo libidinal con la Escuela. Pienso que es justamente una relación de analizantes con el goce, la que puede hacer llevadera y fértil la soledad común de la experiencia de Escuela.


[1] Intervención para animar la conversación política del 9 de febrero de 2020 en la nel Cali.

[2] Lacan, J. (1980). Decolaje o despegue de la Escuela. https://www.wapol.org/es/las_escuelas/TemplateArticulo.asp?intTipoPagina=4&intEdicion=1&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=159&intIdiomaArticulo=1&intPublicacion=10

[3] Miller, J.A. (s.f.). El concepto de Escuela. https://www.wapol.org/es/las_escuelas/TemplateArticulo.asp?intTipoPagina=4&intEdicion=1&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=288&intIdiomaArticulo=1&intPublicacion=10

[4] Alemán, J. (2019). Capitalismo. Crimen perfecto o emancipación. Barcelona: NED Ediciones.

[5] Aromí, A. (2014). La Escuela, una experiencia de lo real. Virtualia #28. Recuperado de http://www.revistavirtualia.com/articulos/171/ficcion-real-y-pase/la-escuela-una-experiencia-de-lo-real.

[6] Miller, J.A. (2000). Teoría de Turín acerca del sujeto de la Escuela. https://www.wapol.org/es/las_escuelas/TemplateArticulo.asp?intTipoPagina=4&intEdicion=1&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=291&intIdiomaArticulo=1&intPublicacion=10

[7] Lacan, J. (1980). Primera carta al Foro. https://www.wapol.org/es/las_escuelas/TemplateArticulo.asp?intTipoPagina=4&intEdicion=1&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=161&intIdiomaArticulo=1&intPublicacion=10

[8] Miller, J.A. (s.f.). El concepto de Escuela. https://www.wapol.org/es/las_escuelas/TemplateArticulo.asp?intTipoPagina=4&intEdicion=1&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=288&intIdiomaArticulo=1&intPublicacion=10