Jaime Castro
Mayo 28 de 2021
Si bien en los grupos humanos las identificaciones imaginarias están a la orden del día, haciéndonos creer que todos somos iguales frente a un elemento tercero que nos sirve de polo de identificación, sea una persona, un líder, una idea, una cosa, hay que constatar también que esa aspiración a la igualdad, ese Todos iguales, es subvertido por el goce de cada uno, que quiérase o no, introduce la diferencia, rompe la unidad del dos, muchas veces de la peor manera como es con el odio hacia el otro, hacia el diferente.
Podríamos decir entonces que a la psicología de las masas de Freud se le atraviesa las lógicas de la sexuación de Lacan que introducen en lo más íntimo como es el goce de cada Uno, algo que no es del orden del Universal, lo que no hace comunidad. De la sexuación se extrae que no hay dos goces iguales, que a este nivel no opera el principio democrático del todos iguales, sino más bien el principio del Todos diferentes o del No-todos iguales.
El aforismo de Lacan “No hay relación sexual” quiere decir, que a nivel inconsciente, el parlêtre no tiene como escribir una igualdad de los goces masculino y femenino. Es este el real para cada uno.
Como lo señala Miquel Bassols[1], una democracia analítica es una aspiración a un reconocimiento: que en el corazón de los vínculos de todo grupo humano hay un imposible, un real, algo que no cesa de no escribirse. Lo cito:
“Lo imposible que anida en todo grupo humano es el reconocimiento mutuo y recíproco, la asunción plena y consentida del goce del Otro como radicalmente ajeno, como aquella forma de satisfacción y de ser que me parece ajena pero que habita igualmente en la intimidad más íntima de mí mismo, como un goce que, he de suponer, es goce del Otro, con mayúscula…. Lo más real del goce del Otro se nos hace entonces presente en todo lo que rechazamos como intolerable”.
En otras palabras, el modo de goce del Otro, es justamente el impedimento mayor al vínculo social en la medida en que se lo segrega y se lo odia.
Bassols señala también que este insoportable del goce del Otro es correlativo de una lógica fálica desde la cual se establecen universales para el vínculo social. El «todos iguales» de los ideales democráticos, tiene, entonces, la cara de la segregación, de lo insoportable de la diferencia. En esa vía propone:
“Una democracia analítica debería poder funcionar con la lógica del No-Todo como la única que puede tener en cuenta la singularidad del sujeto de la palabra y del goce, más allá de las identificaciones de su Yo en el grupo ‒lingüístico, nacional, profesional o religioso”
En otras palabras, propongo pensar que una democracia analítica reconoce tanto la lógica fálica del todo, que lleva al todos iguales como ideal democrático, por ejemplo, todos los ciudadanos tenemos los mismos derechos estipulados en una constitución, y más allá de esto, fundamentalmente, una democracia analítica se acoge a una lógica suplementaria, no-fálica, no -toda, que dé cabida a lo que no hace dos, a lo que no encaja, y que se mantiene en el orden de lo Uno, el terreno de lo estrictamente singular, sin par.
Hay dos términos respecto de la democracia que Bassols pone a dialogar en su artículo: Democracia analítica y democracia política. Afirma que la democracia que mejor le conviene al psicoanálisis para existir como discurso y como experiencia es justamente la democracia política basada en la libertad de la palabra. A lo cual habría que agregar, también a partir de su texto, que dicha forma política también tiene sus fundamentos en el reconocimiento del conflicto como intrínseco a los vínculos sociales, incluso, para ser bien freudianos, del reconocimiento de la pulsión de muerte en la base de los vínculos y conflictos de los grupos humanos.
En esa vía la democracia política que conviene al psicoanálisis, al asumir como fundamento la libertad de la palabra, hace de la Participación, uno de los principios en que se sostiene, de ahí que sea la conversación, el debate público y argumentado, uno de sus pilares. La democracia política que conviene al psicoanálisis es aquella en la cual el gobierno de turno, asume sujetar su acción a los límites y posibilidades trazados por la constitución política del estado. En otras palabras, es un ejercicio de gobierno sujeto a la ley para todos, y no al capricho dictatorial de una ley válida para algunos desde la cual le exijo a los otros que la cumplan, pero en tanto gobierno no doy ejemplo de su cumplimiento. Respecto de la ley, en la democracia, el principio es todos sujetos a la ley.
En teoría, la democracia política, el ordenamiento constitucional de Colombia, se basa en el Estado social y democrático de derecho entendido como una realidad política, jurídica, económica y sociológica[2]:
Como realidad política, con el marco de la Constitución, basada en la garantía y protección de los derechos fundamentales y en la división del poder público.
Como realidad jurídica, a partir del referente máximo, la Constitución política, en donde se consagran entre otros, los principios, derechos y deberes de los ciudadanos.
Como realidad económica, en tanto implica “el estudio de los recursos, los medios de producción, distribución y consumo de bienes y servicios, para satisfacer las necesidades humanas”
Como realidad sociológica, fundamentada en la doctrina del “derecho viviente”, es decir, que las leyes que se crean y su aplicación e interpretación “debe hacerse con un sentido literal, histórico, natural, sistemático y sociológico, de acuerdo con la evolución de la sociedad y de sus necesidades”
En síntesis, la democracia basada en el estado social de derecho le conviene al discurso y a la experiencia psicoanalítica porque tiene como principios para todos los miembros de la comunidad la circulación de los cuerpos, de la palabra y la participación. Esta dimensión universal del «para todos» a nivel político en cuanto a los derechos mencionados anteriormente, es necesaria justamente para dar cabida a lo que el discurso y la experiencia psicoanalítica introduce que es el No-todos iguales a nivel del goce.
Cito a Miquel Bassols:
“La democracia política es así el orden social más compatible que podemos conocer con la pluralidad de las formas de gozar y con la diversidad de los vínculos sociales que se extienden más allá de la llamada globalización”
Él precisa que la globalización, lejos de introducir en el mundo la uniformidad, ha producido más bien múltiples modos de vivir el goce que no se acogen a ningún ideal normativo, y en consecuencia, como lo señaló Lacan, ha generado el aumento del racismo, entendido como odio al goce del Otro.
Ahora bien, el planteamiento de Bassols es que la democracia en sí misma es sin garantía. Colombia es un ejemplo de ello. En otro momento he usado la expresión narco-paraco-democracia para referirme a lo que me parece que opera en nuestro país. Esta fragilidad de nuestra democracia criolla se evidencia en que está teñida de mafias, bandas criminales, narcotráfico, paramilitarismo, subversión, y una muy buena dosis de corrupción.
Esta democracia a la colombiana es un sistema sin garantía, incompleto e inconsistente, con lo cual se posibilita en mayor medida la segregación mutua entre las diversas formas de goce, como lo estamos viviendo actualmente en nuestro país, y por supuesto, con muchas dificultades para su tratamiento.
Agrega Bassols que la democracia en su fragilidad interna como Otro inconsistente, genera en ella misma su contradicción, con lo cual “el recurso a la fuerza” para gobernar es la salida falsa cuando no se logra asumir una autoridad auténtica.
Cabe preguntarse ¿por qué la Constitución de 1991 que supuestamente, en el papel, representaba un progreso en términos de derechos y libertades para los ciudadanos, ha tenido tantos obstáculos en su implementación efectiva? 30 años después de firmada la Constitución del 91, asuntos tan básicos como los derechos a la vida, la salud, la educación, la alimentación, siguen siendo distantes para un alto porcentaje de Colombianos.
Es importante resaltar del texto de Bassols, el énfasis que él le da a la conversación y al debate como formas de enfrentar los problemas inherentes a estas paradojas de la democracia. Una vía para el sostenimiento de la democracia es la legalidad, entendida como la proliferación de leyes y medidas de control, una especie de regulación incesante. Otra vía, como se mencionó antes, son las medidas de fuerza, cuyas nefastas consecuencias no cesamos de ver estos días en Colombia. Pero la otra vía es la conversación y el debate. Es con base en una “conversación sin condiciones” de donde puede provenir una legalidad, y no lo contrario. Es decir, se trataría de sustituir al poder de la fuerza y la legalidad, por el poder de la palabra, la conversación.
“La palabra es poder, como lo demuestra la experiencia analítica”[3], afirma Marie Hélène Brousse, así para todo sujeto sea lo menos libre que hay en sí mismo. Ella ubica el escepticismo de Lacan respecto del ideal necesario de la democracia en que “la palabra falta, falla, siempre la cosa”. De ahí que ella se pregunta por lo que se le escapa a la palabra democracia en el sentido de fracasar.
En nuestro país hay que constatar que hay un uso cínico del término democracia, se lo manosea, se lo utiliza para dar un nombre a corrientes políticas que de democráticas tienen poco y que más bien se ubican en posiciones extremas antidemocráticas. Bassols comenta que para Miller la “democracia” “es un significante que no trasmite nada, ninguna identidad, ninguna tradición, ninguna trascendencia (…) porque ha venido a suturar el lugar que ella misma debería preservar, el lugar de la falta de significante de una garantía del Otro y en el Otro a la vez”. Incluso Bassols afirma algo que resuena muy bien con nuestra realidad nacional como es el hecho de que el significante democracia puede significar “cualquier cosa y lo contrario”, acaso no eso lo que vemos constantemente entre muchos de los políticos democráticos de nuestro país, que hoy enarbolan unas ideas y al día siguiente, se venden al mejor postor, por ideas perfectamente contrarias.
Ahora bien, tampoco se trata de aspirar a un ideal democrático que vendría a resolver todos los problemas sociales actuales. Para Miller la democracia no se escapa al privilegio de algunos y la exclusión de otros, es un virus que lleva en sí misma, y más bien de lo que se trataría es de ponerse de acuerdo, durante un tiempo prudente sobre quiénes gobernarán.
Si bien esta perspectiva no parece muy alentadora en tanto desidealiza la democracia, el recurso al “acuerdo”, por vía del debate y la conversación, parece que es una salida social mucho más digna políticamente que el recurso a formas totalitarias o a la exacerbación del racismo al que asistimos, por ejemplo, en nuestra ciudad. Marie Hele Brousse recuerda, retomando a Miller, que una de las formas que toma el ideal en un grupo es el “nosotros”, el cual entra en oposición a un “ellos”, con la consecuencia de reforzar al yo y al ideal, en detrimento del sujeto y su falta en ser[4].
Ella también comenta que en la dialéctica de la democracia hay un cuestionamiento a uno de sus pilares, el Uno de la mayoría, con lo cual ha ascendido a la escena pública diversas minorías bajo nuevas formas del “nosotros”.
Vemos, entonces, el surgimiento de nuevos significantes amo en la vida social. Brousse señala que son los significantes “excluido y exclusión”, y agrega que nos dirigimos hacia una lógica del Todo que ningún Uno le hará excepción. Y subraya el poder de innovación del lazo social de las minorías. Retoma que para Lacan las minorías estaban del lado de la perversión y de la sublimación en tanto iban en contra de la norma establecida para gozar. Se pregunta, entonces, si “las minorías serán los escabeles de la democracia, o bien la causa de su transformación en discriminación generalizada?”
Al contrario de una enunciación del Ideal en términos del “nosotros”, Brousse propone una democracia basada en una identificación no segregativa, desmasificadora. El concepto de “cuerpo hablante” aquí juega un papel crucial en tanto a ese nivel del goce del cuerpo, del acontecimiento de cuerpo, nunca hay un “nosotros”, siempre se trata de un goce singular. Ella opone los ideales que colectivizan, que hacen grupo, a las soledades que hacen serie, no grupo. Y agrega que “La experiencia analítica cura del Nosotros, al precio de una pérdida de sentido, bastante feliz. Una relación diferente a lo universal, esta vez no consistente, surge”. Es lo que ella le desea a la democracia.
Si para el psicoanálisis la democracia no es un ideal es porque el psicoanálisis nos enseña de la existencia en todo ser hablante de la pulsión de muerte y el goce que como tal siempre es autoerótico, no hace lazo social, con lo cual objeta los ideales democráticos y la justicia distributiva.
Cito a Bassols: “La pulsión no quiere lo que el Otro no tiene, sino que el Otro no tenga lo que a ella siempre le falta, lo que siempre le falta para satisfacerse del todo en un objeto. Esta maquinaria infernal hace imposible cualquier lazo social que no tenga en cuenta la dimensión del goce, del goce segregado inevitablemente por este vínculo, pero que es a la vez el fundamento de cada vínculo que se establezca, ya sea el pedagógico, el científico, el político, el del amor mismo o el propiamente analítico”
Ahora bien, ese goce segregado, vuelve aparecer en la escena por la vía del síntoma. Es justamente, en el terreno del síntoma, de lo que no anda, donde quizá el psicoanálisis tiene mayor lugar, justamente para acoger el agujero que allí brota.
En una época como la actual en donde se constata la caída de los semblantes del padre, el recurso al síntoma en su dimensión de solución e invención puede ser muy útil, tanto para un sujeto como para una comunidad. A propósito de este punto, Bassols nos brinda una orientación para pensar una posible democracia analítica contando con el síntoma:
“¿Es pensable una democracia a partir del síntoma? ¿Es posible una democracia analítica? Requeriría en todo caso de una conversación sostenida hasta el límite donde el goce del Otro deviene insoportable, sin ceder ni un palmo en esta exigencia que el imperativo analítico de Freud formuló de este modo: “Donde Ello era (el goce pulsional del Ello), Yo (como sujeto) debo advenir”. Es la brújula que la experiencia analítica tiene para orientarse con el sujeto en lo real del goce. Esta experiencia parecería una tarea imposible llevada a escala social y colectiva. Es, sin embargo, un imposible que debe tener todo su lugar en la experiencia política de la fractura de la verdad. Es también siguiendo este imperativo ético y analítico como una democracia podría hacerse finalmente sostenible”.
[Título] Texto producido en el cartel “Ética y formas del bien decir frente a la violencia” conformado por Jessica Lara, Carla Bravo, María Cristina Giraldo, Jaime Castro, Más Uno: María Solita Quijano.
[1] Bassols, Miquel. Por una democracia analítica. Descargado de http://lalibertaddepluma.org/miquel-bassols-por-una-democracia-analitica/
[2] Betancur, Víctor Julián Ramírez. Estado Social y Democrático de Derecho: Una realidad política, jurídica, económica y sociológica para la garantía y protección de los derechos fundamentales.
Revista Nova et Vetera Universidad del Rosario. Volumen 5 – Nº 45 feb./2019. Descargado de https://www.urosario.edu.co/Revista-Nova-Et-Vetera/Omnia/Estado-Social-y-Democratico-de-Derecho-Una-realid/
[3] Brousse, Marié-Hélèle. Democracias sin padres http://www.eol.org.ar/biblioteca/lacancotidiano/LC-cero-759.pdf
Lacan Quotidien n° 759 – Sábado 13 de Enero 2018
[4] Brousse, Marié Hélène. op. cit.