¿Cómo se las arregla un sujeto frente a la locura materna? Una lectura a partir del caso Juanito

Mónica Patricia Larrahondo

Cali, Julio 2018


  • Del Deseo a la locura materna

Para el psicoanálisis, la estructuración de la subjetividad no es sin el pasaje por el “complejo de Edipo”, de cuya resolución depende si un sujeto es psicótico o neurótico. Lacan, retomando el Edipo freudiano, formaliza dicho pasaje en lo que denomina “metáfora paterna” (MP), identificando al deseo de la madre (DM) lógicamente primero en la estructura; aunque este aparezca de segundo una vez interviene el Nombre del Padre (NP). No obstante, para Lacan, la etapa crucial se sitúa justo antes de la interdicción paterna, en el momento en que el niño pretende “satisfacer lo que no puede ser satisfecho, a saber, el deseo de la madre, que en su fundamento es insaciable […] y como todos los seres insaciables, busca qué devorar.” (Lacan, 1957, pp.196-197)

Es por lo anterior, que la madre lacaniana tiene como ilustración la de ser un cocodrilo con sus fauces abiertas que amenaza con la devoración inminente, y frente al cual el niño encuentra como solución la de ser súbdito de ese deseo caprichoso y sin ley. (Lacan, 1958) De allí la importancia de la sustitución del NP por el DM, pues en caso de no ocurrir, se puede correr el riesgo de quedar atrapado en las fauces materna. Por consiguiente, el NP tendría, por un lado, la función de introducir una ley que prive a la madre de devorar su producto, para así conmover al niño en su posición de súbdito; y, por otro lado, la función de otorgar la significación fálica, que permite, entre muchas otras cosas, articular lo inarticulable del DM.

Sin embargo, “el deseo de la madre no es algo que pueda soportarse tal cual, que pueda resultarles indiferente. Siempre produce estragos” (Lacan, 1970, p. 118); aún cuando haya NP y significación fálica. El arreglo que introduce la función paterna no logra acotar del todo el goce puro y sin medida de la mujer que se encuentra detrás de la madre; y Recalde (2012) nos enseña que allí, en ése goce puro y desenfrenado, se ubica el estrago, “no como concepto, sino como efecto de la incidencia traumatizante de este goce puro, sin medida, no acotado por el falo. Goce que está siempre presente y que el síntoma no alcanza a metaforizar.” (p.85) Es desde aquí que se entiende al estrago como efecto de estructura para ambos sexos, y en uno de los Carteles inter sedes de la NEL, del cual participo, tenemos la hipótesis que del lado de la madre estaría la locura materna, producto de la incidencia del goce desenfrenado, y del lado del hijo el estrago. De allí la pertinencia en preguntarse ¿cómo se las arregla un ser hablante con la locura materna?

  • Caso Juanito

Para responder a esta pregunta, he decidido retomar el caso Juanito, cuya particularidad es que en él hay un síntoma muy evidente: la fobia a los caballos. Ahora bien, para analizar dicho síntoma es necesario partir del tiempo inicial del Edipo freudiano, cuando Juanito asume plácidamente la posición de súbdito, conduciéndolo a la posición de falo imaginario. Juanito es aquí “sujeto- sujetado, detenido, su cuerpo entero capturado en la obturación de la carencia materna.” (Schejtman, 2012, p. 342)

Sin embargo, el “paraíso de la dicha de Juanito” se conmueve en el momento en que irrumpe un goce inédito, producto de sus primeras prácticas masturbatorias. Se trata del surgimiento del “pene real”, que pone en cuestión la solución provista por la identificación al falo, en tanto lo confronta de manera directa con la castración materna. Para Lacan, lo problemático del complejo de castración no es tanto el hecho de que el sujeto tenga o no tenga el falo, sino en que la madre no lo tenga. Tal es el momento de la experiencia donde se define el tipo de síntoma, lo que equivale a decir, el tipo de anudamiento.

Ciertamente, para Lacan habría síntomas de síntomas, nudos de nudos, arreglos de arreglos, algunos más perdurables, otros más disruptivos. Es por esta razón que él va a preferir distinguir el síntoma (symptome)  del  sinthome; entendiendo por síntoma aquello que se basta a sí mismo, y que comporta cierto desenganche del Otro, mientras que el sinthome seríaun remiendo, un arreglo, algo que no solo impide que la estructura de un sujeto– sea esta neurótica o psicótica – estalle y se desencadene, sino que instituye un reencadenamiento del lazo con los otros. De allí que el sínthome tiene función de nudo; y Lacan nos enseña que en la neurosis aquello que anuda la estructura sería, efectivamente, la “realidad psíquica”, el “complejo de Edipo” o el “nombre del padre”. Ahora bien, ¿qué vendría a reparar ese sínthome paterno en la neurosis, y más específicamente en Juanito?

Siguiendo a Fabian Schejtman (2012) en su texto “Encadenamientos y desencadenamientos neuróticos”, podríamos decir que el arreglo sinthomático paterno sería la respuesta del neurótico al hecho de que no hay relación sexual, fórmula lacaniana que indica que no hay complementariedad entre los sexos, que el Otro es siempre un enigma, y que hay un imposible por estructura (castración real). Entonces, al no hay relación sexual, el neurótico responde con su novela familiar, con su “complejo de Edipo”, con su “nombre del padre” (NP). Solo que en la novela familiar de Juanito, el padre no termina por comprender que él está aterrorizado, petrificado, frente a ese goce materno no acotado por el falo que amenaza constantemente con su devoración. Es en este momento cuando la estructura se desencadena, y frente al cual el síntoma fóbico adviene como solución.

En Juanito no hay ningún interrogante angustioso respecto a qué es lo que el Otro materno quiere de mí; sino, más bien, lo que se produce es la respuesta certera “de suponerse bocado del Otro” (Schejtman, 2012, p. 346), aspecto que lo lleva a erigir una muralla fóbica sobre la cual atrincherarse. Es en este contexto que el “caballo” le viene como anillo al dedo, haciendo metáfora de la falla paterna. Dice Schejtman (2012): “Se diría que donde el padre “no muerde bien”, el niño se inventa un caballo que muerde en su lugar. […] el caballo socorre a la función alicaída del padre, lo suple sustituyendo a su vez al deseo de la madre en la metáfora paterna.”  (Shejtman, 2012, p. 346) Es por esta razón que el síntoma fóbico, además de ser sinthome paterno que anuda la estructura, es también el (des) arreglo sintomático con el que cuenta Juanito para enfrentar la locura materna.

Referencias Bibliográficas

Lacan, J. (1957) “El Falo y la madre insaciable” en: Lacan, J (2007) El Seminario. Libro 4. La relación de objeto. Ed. Paidós. Buenos Aires. pp. 181- 198

Lacan, J. (1958) “Los tres tiempos del Edipo” en: Lacan, J (2005) El Seminario. Libro 5. Las formaciones del inconsciente. Ed. Paidós. Buenos Aires. pp.185- 202

Lacan, J. (1970) “Edipo, Moisés y el Padre de la Horda” en: Lacan, J(2002) El Seminario, Libro 17. El reverso del psicoanálisis. Ed. Paidós. Buenos Aires. pp. 107- 124

Recalde, M. (2012) “Madre, niña, estrago: una salida posible” en: Glaze, A y Acevedo, L. (2012) No locas-del-todo. Ed. Gramma. Buenos Aires. pp 83- 89

Shejtman, F. (2012) “Encadenamientos y desencadenamientos neuróticos: inhibición, síntoma y angustia” en: Shejtman, F. (2012) Elaboraciones lacanianas sobre las neurosis. Ed. Gramma. Buenos Aires. pp. 295- 365 Shejtman, F. (2008) “Síntoma y Sinthome” en: Revista Ancla #2. Septiembre 2008.pp. 15- 59