Troumatismo: entre goce y deseo ¿y al final?

Manuel Alejandro Moreno Camacho, Asociado

En su nota sobre el niño, Jacques Lacan hace referencia a la función de la familia en el proceso de constitución subjetiva, destacando que dicha constitución se juega en una transmisión que se da en un orden diferente del de las necesidades básicas. Dicho orden, en el que pone el foco Lacan, es al que se refiere como “la relación con un deseo que no sea anónimo” (p. 393). Este que no sea anónimo, puede ser entendido como: que tenga nombre, que sea nombrado. La constitución del sujeto, por tanto, implica hacerse a un nombre, establecer una relación con un nombre o unos nombres para el deseo.

Tales nombres, significantes que marcan la vida del sujeto, se constituyen en el encuentro contingente, en el marco de las relaciones con los otros y con el Otro familiar. En tanto huellas significantes que marcan al sujeto, requieren para su constitución de otros, de un Otro familiar que soporta al infans. Es lo que resulta del encuentro contingente con el conjunto de funciones familiares, que si bien pueden ser ejercidas por cualquiera, es preciso que sean encarnadas por alguien.

Del lado de la función materna, Lacan ubica “los cuidados que llevan la marca de un interés particularizado, aunque lo sea por la vía de sus propias carencias” (p. 393). Del lado de la función paterna, propone que “su nombre es una encarnación de la Ley en el deseo” (p. 393). En el marco de este complejo de relaciones familiares, en las que se erige la constitución del sujeto, dice Lacan: “el síntoma del niño se encuentra en posición de responder a lo que hay de sintomático en la estructura familiar” (p. 393).

En esta nota Lacan ofrece dos acepciones para entender el síntoma: como modo de respuesta y, a su vez, dicho modo de respuesta es representante de la verdad de la estructura en la que se soporta, es decir, frente a la que se ha constituido como respuesta.

El síntoma del niño, propone Lacan: “puede representar la verdad de la pareja en la familia” (p. 393). Esta alusión, vale para las dos maneras de concebir lo infantil propuestas en el argumento de las XI jornadas de nel: la infancia como momento de la vida en el que se juegan estos procesos fundamentales para la constitución subjetiva y lo infantil como aquello de la respuesta del sujeto que permanece como marca inconsciente, que resiste al paso del tiempo y que insiste en sus modos de satisfacción pulsional.

Dicha verdad de la pareja en la familia, si bien hace alusión a la pareja parental, es preciso entenderla más allá de la fijeza de las figuras padre y madre en la imagen de la familia tradicional. La verdad de la pareja, es una alusión a la familia como conjunto de funciones y relaciones que giran en torno a un enigma: el secreto del goce, la verdad de la no relación sexual. Es en se sentido que Miquel Bassols (2016) indica que “toda familia es un aparato de goce, un modo de resguardar el secreto del goce como innombrable, incluso como abyecto” (p. 9). Creo entonces que dicha verdad de la pareja en la familia, hace referencia a la manera en que el niño o niña, superficie permeable, sensible a los embates del significante, capta algo de la manera en que la no relación sexual ha sido tratada y se ha instalado como respuesta sintomática en el entorno de sus relaciones familiares.

Al respecto, Gerardo Battista (2016), en una reseña del libro Una lectura de Nota sobre el niño de Anibal Leserre (2015), sugiere que es frente a este complejo de relaciones que el niño construye la ficción familiar, en tanto que función derivada de lo que esta transmite. Es decir que el sujeto construirá una novela para dar cuenta de una pérdida estructural en juego en la inscripción fundante. Es a lo que Freud se refirió como la novela familiar del neurótico, “es decir, cómo cada sujeto ha interpretado esa fórmula inexacta entre el padre y la madre y cómo –a partir de qué traumatismo– escribe su propia historia en esa trama, qué posición subjetiva resulta de la significación de ese parentesco” (Battista, 2016, p. 2). Lacan, para referirse a esta cuestión, usa el neologismo troumatismo[3], para nombrar esa marca traumática que produce el encuentro con el agujero en el Otro. Como propone Colete Soler (2007), “el término troumatismo dice que el discurso del Otro deja la existencia y el sexo a su facticidad insensata, por no inscribirlos” (p. 59).


Troumatismo, entonces, hace referencia a la producción de un agujero. Es una cuestión paradojal, pues se trata de aquello que se produce por el encuentro con los significantes, con el orden símbolico transmitido en la relación con el Otro, pero que resulta imcompleto para nombrar la experiencia de goce. El efecto del significante en el ser es la producción de un no-todo-nombrable. Y con ello el sujeto se inscribe en la dialéctica entre el deseo y el goce. El deseo emerge, deviene con el nombrar, es una consecuencia del nombrar, pero algo del goce pulsional queda anónimo. Nestor Braunstein (2006) aborda esta paradoja al señalar que “el goce, siendo del cuerpo y en el cuerpo, es del orden de lo inefable, a la vez que sólo por la palabra puede ser circunscrito, indicado. El goce es lo que se escurre del discurso” (p.14).

Jaques-Alain Miller (2011), se refiere al par: deseo-goce para indicar el movimiento propuesto por Lacan, que va del desciframiento del sentido de los síntomas (entendido desde una ontología freudiana), a la lectura-escritura de la letra de goce que inscribe lo singular para cada Uno.

Al pasar del reconocimiento a la causa Lacan desplaza también el punto de aplicación de la práctica analítica del deseo al goce […] Hay otro régimen de la interpretación que no se dirige al deseo sino a la causa del deseo. Es una interpretación que trata al deseo como una defensa, la falta en ser como una defensa frente a lo que existe […] Lo que existe, al contrario del deseo que es falta en ser, es lo que Freud abordó a partir de las pulsiones y Lacan le dio el nombre de goce. (Miller, 2011).

De acuerdo con Miller (2011), Lacan indicó esta ruptura así: “el deseo viene del Otro, el goce viene del lado de la Cosa. El deseo depende del lenguaje y apela al Otro. La Cosa no es la verdad freudiana charlatana, sino lo real al que se le da sentido”. Y en esta misma vía, Braunstein (2006) se refiere a dicho real al mencionar que “no es en él cuestión de palabras, no se trata del inconsciente. Pero tampoco es ajeno al lenguaje pues es del orden del lenguaje que resulta excluido y es sólo por el lenguaje que podemos cernirlo. No; no es palabra, es letra, escritura por descifrar” (p. 26).

Es en este movimiento que tiene lugar la propuesta de Lacan del analista trauma, como una forma de referirse al efecto de un análisis para los sujetos que transitan dicha experiencia. Brousse (2014) resalta que Lacan define el proceso analítico diciendo que el analista hace al revés lo que los padres traumáticos han hecho sin querer. Así lo indica Lacan (1971-1972): “todo padre traumático está en definitiva en la misma posición que el psicoanalista. La diferencia está en que el psicoanalista, por su posición, reproduce la neurosis, mientras que el padre traumático la produce inocentemente”.

Entonces, la alusión a la letra-escritura por descifrar y el simil con la producción del trauma, apuntan a que, en análisis, hay algo que se puede nombrar: dar un nuevo nombre, incluso, nombrar algo de lo que había quedado anónimo. Es decir, persiste la operación que tuvo lugar en la constitución del sujeto, en el encuentro con el Otro, una insistencia del no-todo-anónimo, pero también del no-todo-nombrable.

A propósito del rasgo que elegí para el cartel, podría decir que en análisis se nombra un poco más, pero no todo. Entonces, el análisis es un tratamiento del goce, vía nombrar un poco más. Nombrar un poco más, implica franquear los límites del sentido. Se recrea la operación traumática, a la que Lacan (1974) se refiere como inventar “un truco para llenar el agujero (trou) en lo Real. Allí donde no hay relación sexual, eso produce `troumatismo’. Uno inventa. Uno inventa lo que puede, por supuesto”. Así, el análisis apunta a la invención de nombres que no vienen del Otro, sino que son elegidos contingentemente, formulaciones singulares, invenciones del analizante, en las que se cuela su creación más íntima. Estos nuevos nombres bordean el agujero, escriben algo del goce inefable, pero no nombran todo. Aunque algo se escribe, también hay algo que no cesa de no escribirse.

De allí lo que concluyo, provisionalmente, sobre este recorrido: De un cuerpo que goza sin palabras –goce del cuerpo– a la introducción del Otro, marcas significantes, palabras que hacen agujero. El encuentro con la pregunta ¿qué quiere el Otro? y la constatación de la falta en el Otro que no sabe decir todo –S(A/)–. Los significantes no alcanzan, lo simbólico hace marca y al mismo tiempo es insuficiente para nombrar la experiencia de goce. La significación del falo, elección fálica: vía del deseo y la construcción del fantasma como pantalla para la relación (y las elecciones). Pero algo del goce insiste, se escapa a la medida fálica. El deseo es en relación al Otro, es un enigma, incluye al fantasma, a la repetición. Conviene develarlo. Pero en el decir del deseo hay algo sin palabras que insiste: el goce, a veces mortífero, pero que puede ser vivificante. El acto analítico apunta a una torsión de lo que hay. Eso puede ser nombrado de otra forma. Inventar otra forma de nombrar, en una operación similar a la que acontece con el troumatismo en la infancia. Pero no son nombres para el Otro, no es una oferta sacrificial al Otro, porque el Otro cae, constatación del S(A/). Soledad. Algo que hacer con esa soledad. Nombrar lo singular, elegir otra vía para operar, con lo que hay, con lo que siempre hubo. Amigarse con eso que hay, al desenlazarlo de la medida fálica que mortifica por el desencuentro que produce. Aprender a leer, escribir y seguir escribiendo.

Referencias

Battista, G. (2016). Una lectura de Notas sobre el niño. Virtualia # 31. Disponible en: http://www.revistavirtualia.com/storage/articulos/pdf/Gi0y58uCemMGs29scjb56LGcx2e8KHPKWCMPxZHH.pdf

Braunstein, N. (2006). El goce. Un concepto lacaniano. Siglo XXI.

Brousse, M-H. (2014) ¿Qué es lo traumático? Conferencia disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=FwwH8eZYTx4&t=51s

Bassols, M. (2016). Famulus. Lacan XXI. Revista Fapol Online. Volumen 2. Disponible en: http://www.lacan21.com/sitio/wp-content/uploads/2016/10/lacan21_2016_volumen2_ES-1.pdf

Lacan, J. (1969). Nota sobre el niño. En: Otros Escritos (Ed. 2012). Paidós. pp. 393-394.

Lacan, J. (1971-1972). El saber del psicoanalista. Disponible en: http://www.bibliopsi.org/docs/lacan/24%20Seminario%2019(Integrado).pdf

Lacan, J. (1974). Les non-dupes errent. Disponible en: http://www.bibliopsi.org/docs/lacan/26%20Seminario%2021.pdf

Leserre, A. (2015). Una lectura de Nota sobre el niño. Cuadernos del ICdeBA 17. Grama.

Miller, J-A. (2011). El ser es el deseo. El ser y el Uno. Clase del 11 de mayo de 2011. Disponible en: https://congresoamp2020.com/es/articulos.php?sec=el-tema&sub=textos-de-orientacion&file=el-tema/textos-de-orientacion/el-ser-es-el-deseo.html

Soler, C. (2007). De un trauma a otro. Asociación Foro del Campo Lacaniano de Medellín.

Producto de cartel: La infancia y sus imposibles de soportar. Cartelizantes: Esther Bromberg, Carolina Hernández, Bárbara Pozzo, Yumilis Rojas, Edna Gómez Murillo (más uno) y Manuel Moreno. Noviembre de 2020.

♫ Un esfuerzo de poesía ♫

Que decir,
la letra sobre la piel no sabe mentir.
Cuando la tormenta fascina el cielo y al final
ya no que da más que hablar,
que hablar.

Sin querer
se fue construyendo un cuento sobre mi ayer,
lagunas de recuerdo se llenaron de color,
el gozo remplazó el dolor
en voz.

Pa’ cantar.
No hacen falta alas para volar,
el aire está dispuesto no me dejo sacudir,
vivir.

Alzo el vuelo
queriendo y pidiendo yo no sé qué,
pero encuentro algún lugar
que andar.
Hojas en blanco que inundar,
labrar
con tinta de aliento hasta el final.

Son palabras rotas las que quedan por ahí,
cuando el amor arroja y me abrazo al escribir
la letra de mi sueño que se esquiva la razón,
sin poder nombrar todo se desliza en mi canción,
sabe quien soy.

Alzo el vuelo
queriendo y pidiendo yo no sé qué,
pero encuentro algún lugar
que andar.
Hojas en blanco que inundar,
labrar
con tinta de aliento hasta el final.


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