Sandra Patricia Rebellón, Asociada

“A partir del momento en que se pesca aquello que en el lenguaje hay de más vivo o de más muerto, a saber, la letra, únicamente a partir de allí tenemos acceso a lo real”
Jacques Lacan – La Tercera
El primer semestre del trabajo sostenido en las Noches de Escuela en nuestra sede de la NEL-Cali, estuvo atravesado por el encuentro y la conversación bajo un clima que nos puso al trabajo en una vuelta más sobre los testimonios de pase y lo que estos aportan en la formación de un analista y su práctica. Como eco de estos encuentros la pregunta fue virando hacia la enseñanza que se puede extraer de los Testimonios de pase para pensar el trabajo al interior de la Escuela y, particularmente en nuestra sede. Resonancia que acompañó la pausa en ese primer tramo de trabajo que transcurrió en medio de la contingencia sanitaria que nos sorprendió planetariamente y de la cual, aún seguimos inventando nuevas maneras de sostener un lazo de trabajo posible.
Volver a los fundamentos y principios que orientan no sólo la formación del analista, sino su práctica misma y su manera de habitar la Escuela, nos causó para emprender este segundo compás de trabajo. El texto “El banquete de los Analistas”, seminario dictado por Miller en 1989, nos introduce y refresca cuestiones cruciales que anudan la formación, la ética, la clínica y la política de orientación lacaniana. Es así como desde los primeros capítulos Miller nos advierte de la importancia de rescatar la dignidad de la política en tanto condiciona y sostiene la posición del analista, dándole un marco a la estrategia y a la táctica, allí donde se juega la sorpresa y la contingencia. Una política que es la del síntoma y que como Lacan lo menciona hacia el final de su enseñanza, un saber-hacer con él.
De igual manera, nos advierte Miller de los riesgosos efectos de una clínica sin política, la cual desembocaría en una estandarización y universalización bajo la identificación con manuales psicoanalíticos, un ahogamiento de lo más singular que acompaña al sujeto y su manera de gozar. Por esta vía nos advierte Miller de los peligros que se corren cuando la relación entre los analistas se funda en un pretendido respeto por el fantasma y el síntoma de cada uno, adviniendo los mayores estragos.
Adentrarnos en la lectura de este seminario, nos ha llevado a re-pensar la Escuela misma, en tanto que un banquete se sostiene sobre una transferencia, podríamos decir, es la transferencia de trabajo la que sostiene el banquete de los analistas en la Escuela. En este sentido retomo la pregunta planteada como apertura al espacio de trabajo presentado por el Directorio de la sede: ¿Qué banquete queremos para nuestra sede?
Si la formación del analista y la Escuela misma alojan un agujero propio de la estructura como seres hablantes, ¿de qué manera consentimos a este real en juego en nuestra sede? Sede de la Escuela y sede del agujero mismo en tanto lo sostiene. Un camino para provocar la discusión viene del lado de la función de lo escrito en el campo de una Escuela de orientación lacaniana.
Servirnos de la ficción como hystorización y forma de atrapar lo indecible, no para buscar refugio en él sino para poder transmitir algo de ese inatrapable que bordea la formación y la Escuela misma. En este sentido pensar la función que lo escrito cobra en la institución analítica, nos orienta respecto de los efectos de real que se alojan y que operaran siempre en singular, el real en juego para cada uno y que el dispositivo del pase aloja desde no solo la enunciación que lo escrito contiene y, que como operación se distingue de lo escrito.
El testimonio de Oscar Ventura nos aporta en relación a este tema, y retomo de él su pregunta sobre cómo poder transmitir algo del lado de la escritura que dé cuenta del goce y de continuidad con una enunciación que tiene relación con el cuerpo en tanto lo toca. Hay en juego una satisfacción que es de otro orden y que puede ser rastreada en lo escrito, es lo que se puede captar en la transmisión de los testimonios de pase y, podríamos tomar esta perspectiva, la del hacer pasar para pensar de qué manera la escritura que sale de una institución analítica permite -si bien no es al modo de una dimensión testimonial- dar cuenta de un modo de hacer trazo, surco, huella, lazo que hace discurso.
Mauricio Tarrab en su texto “Un Lazo inédito” retoma la dimensión social inherente al lazo, citando a Miller nos dice: “Desde que uno está en posición de analista entra en un lazo social”. No lejos de esto se halla la Escuela, en un doble movimiento: a su interior se tejen lazos y transferencias de trabajo sostenidos por un afecctio societtatis, pero también podemos pensar la relación de la Escuela hacia afuera en su interacción con el Otro social. Tarrab al plantear un lazo social de carácter inédito lo centra en tanto lo inédito le propone al sujeto una novedad inquietante “ya que lo inédito puede ser esperado … La espera de lo nuevo, de que lo escrito pero aún no editado, encuentre una nueva inscripción, de que lo aún no escrito pueda escribirse de un modo nuevo para salir del infierno de la repetición”.
Escritura y lazo social inédito se me ofrecen como dos elementos para pensar el valor de lo escrito al interior del trabajo de una sede analítica. Lacan se interesó tempranamente en la poética y escritura china, centrándose particularmente en la transmisión que esta ofrece y la pensó como base para trabajar la interpretación, si bien lo simbólico no alcanza para atrapar lo real, nos preguntamos en nuestra practica cómo se accede a él. En este sentido podemos ubicar el valor de la letra en tanto litoral con el goce, vaciamiento de sentido y resonancia en el cuerpo. Pensar la función de lo escrito en nuestra sede como forma de alojar lo que no cesa de escribirse en una sede que hace con su síntoma otra resonancia de satisfacción, un goce vital que la empuja y sostiene en el trabajo decidido.