
Por Jaime Castro, miembro de la NEL y de la AMP
De Lacan podemos aprender muchas cosas. Una de ellas que destaco en este momento para los propósito de esta conversación es, por un lado, su acto con el que funda su escuela en 1964, luego el paso/pase que hace del 64 al 67, donde nos deja su Proposición sobre el psicoanalista en la escuela. Un acto, una proposición y un paso entre uno y otro.
Guardadas las proporciones, somos herederos en la escuela, cada vez y uno por uno, de esos movimientos de Lacan. Es una apuesta para cada uno encarnarlos en su relación con la escuela, vivificarlos para sí mismo, tomarlos como faro en la transferencia de trabajo con los otros.
“Autorizarse a la escuela” es una construcción gramatical que surgió en una conversación sobre la escuela, en Cali, entre quienes conformamos el directorio y la presidencia de la NEL, y en la que ha participado el Consejo Federativo, en particular Julieta Ravard.
Con esta expresión se intenta nombrar un acto que pone en relación lo que resuena de un principio establecido por Lacan, El analista no se autoriza más que de sí mismo, con la apuesta que hacemos de realizar la NEL en Cali.
Está planteado en modo reflexivo intentando transmitir así que no se trata de una autorización que proviene del yo, del narcisismo o del capricho. Es una autorización que si bien es propia, implica un rodeo por el Otro, incluso más allá, hacer la prueba de su inconsistencia. En ese sentido resuena mucho más la traducción del francés del enunciado L’analyste n’autorise que de lui- même por el El analista no se autoriza más que de él mismo, precisamente porque pone el acento en la forma gramatical El, de la tercera persona, y no tanto en el sí mismo que puede derivar en que se trata de una autorización yoica.
A mi juicio, no es un detalle menor, pues en últimas, autorizarse a la escuela, es un efecto de ese paso por el Otro que es una experiencia analítica, lo cual no excluye, siguiendo a Lacan, que la escuela no garantice al analista que surge de su formación.
Pasar por el Otro al punto de estar haciendo o de haber hecho la experiencia de su inconsistencia, deriva en el surgimiento del deseo del analista y el paso del trabajo sobre la transferencia a la transferencia de trabajo en la escuela. Es la manera como podría entenderse ese movimiento inédito y singular para cada uno de poner en cuestión al Otro en su análisis y dar el paso de inscribirse en la escuela como Otro. Uno Otro cuya particularidad es justamente la de ser No toda, marcada como está por el agujero en torno al cual gira, la inexistencia de El analista como categoría universal.
Una experiencia analítica también puede permitirle a un sujeto restarle fuerza, potencia y consistencia a la dimensión mortificante que lo habita, de tal manera que una nueva satisfacción mucho más vivificante tenga lugar en su cuerpo, en sus pensamientos y en el vínculo con los otros. La autorización a la escuela es solidaria de ese factor vivificante que se puede poner al servicio del psicoanálisis a través de ese instrumento para su existencia que es la escuela.
Ahora bien, es muy valioso el equívoco de Lacan en la Nota a los Italianos de auto-ri (tuali)zación. Sabemos bien que una de las formas de lo real puede pasar precisamente por la ritualización. La experiencia humana no escapa de cierta dimensión de ritual en su experiencia cotidiana. Pero al parecer aquí podría interpretarse como una advertencia a tener en cuenta que la autorización no es de una vez y para siempre. Más bien, advertidos de la insistencia de lo real, implica estar atentos a que autorizarse a la escuela es un acto que pasa cada día, poco a poco, pero que también puede no pasar en la posición de cada uno y en las transferencias que logremos sostener.
Autorizarse a la escuela es decirle Sí a la escuela, a la transferencia de trabajo que en ella se puede organizar con la participación de todos sus miembros. Es tomarla como un sujeto supuesto saber escuela, en donde lo que ella nos brinda como formación no es más que el efecto de nuestro propio trabajo con los otros. En ese sentido, es un acto en el que se decide trabajar en la escuela y para la escuela, lo que supone que dicho acto conlleva la elección de una orientación.
Es decirle sí al psicoanálisis y utilizar a la escuela de la mejor manera en pro del psicoanálisis. Se trata de un consentimiento al Otro de la escuela, depositar en ella la confianza, sin perder de vista que el fin es la existencia del psicoanálisis.
Autorizarse a la escuela implica libidinizar la escuela, en tanto Una, en tanto múltiple, a partir del trabajo que en ella cada uno puede hacer, y a partir de consentir a los efectos del trabajo de los otros y con los otros. Dicho en otras palabras, quizá más sencillas, es querer a la escuela en sus diferentes facetas y dejarse querer por ella. Pero también reconocer que como en todo amor, siempre hay impasses.
Esta autorización implica arreglárselas cada vez, y nunca para siempre, con esa distancia que hay entre lo incomparable de cada uno de sus miembros y el hecho de hacer institución en torno de una orientación.
Supone también estar dispuesto a pagar el precio de lo que se juega de manera singular en la formación del analista en la escuela, que pasa por su relación subjetiva con la inexistencia de la relación sexual.
(*) Texto presentado en la VI Conversación política de la NEL en el marco de las I Jornadas de la NEL- Cali.
Cali, julio 29 de 2018